sábado, 18 de abril de 2020

UN RESPIRO PARA EL PLANETA

Como no hay mal que por bien no venga, estas semanas de confinamiento están dando un respiro al planeta. Más vale que coja aire porque lamentablemente, en cuanto pase la crisis sanitaria, volveremos a las andadas.

No deja de asombrarme la capacidad de regeneración de la Tierra. Es increíble como en unos pocas semanas estamos viendo imágenes que no habíamos visto desde hace décadas: las aguas claras de los canales de Venecia, los animales campando a sus anchas por las ciudades o los niveles de contaminación atmosférica reduciéndose a cotas desconocidas, son buen ejemplo de ello.


Como vemos en la imagen del satélite Sentinel 5-P del programa Copernicus de la Unión Europea, las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en Europa prácticamente a la mitad en el último mes. También en Asia los niveles de contaminación han caído hasta tal punto, que los habitantes de algunas regiones de la India han podido volver a ver la cordillera del Himalaya desde la lejanía, lo que no sucedía desde hace 30 años.

Todo esto nos demuestra que la COVID-19 está siendo terrible para la especie humana; sin embargo, es un antiretroviral para el planeta, y sí, lamentablemente el virus somos nosotros.

Diversos estudios publicados recientemente sugieren que la contaminación atmosférica favorece la expansión del virus, y parece que también aumenta el riesgo de mortalidad. Según la European Public Health Alliance, las personas que viven en zonas con niveles altos de contaminación atmosférica sufren, en mayor medida, patologías respiratorias previas y por tanto son más vulnerables a los efectos del virus.

Otro factor clave que parece estar detrás de la irrupción del virus, es la destrucción del hábitat de muchas especies y la pérdida de biodiversidad. A medida que el ser humano va destruyendo bosques y ecosistemas para su incierto beneficio, los animales que los habitan tienen que desplazarse, entrando así en contacto con otras especies con las que no habían tenido relación previa. Esto favorece que los virus encuentren nuevos huéspedes, provocando así una reacción en cadena en la  que uno de sus eslabones es el ser humano.

Los mercados donde se venden animales vivos o recién sacrificados, parece que juegan un papel importante en la transmisión de nuevos virus. Si , como todo hace pensar, el origen de este virus está en un mercado de animales salvajes de estas características en Wuhan, debemos plantearnos hasta qué punto podemos seguir interfiriendo en el delicado equilibrio de las leyes de la naturaleza, vistas las consecuencias que se pueden derivar de nuestra codicia como especie. Si el virus SARS-CoV-2 tiene un origen zoonótico, como dicen los expertos,  es hora de replantear nuestra relación con el entorno y con las especies que lo habitan.

No son pocas las voces que desde hace años venimos advirtiendo de las nefastas consecuencias de alterar los ecosistemas y el equilibrio natural. Todo lo que vienen diciendo desde hace mucho tiempo las organizaciones ecologistas y la comunidad científica, se está cumpliendo poco a poco. A pesar de los esfuerzos de los negacionistas y su entramado político y económico, la realidad nos está dando la razón una vez más. Este virus es solamente un síntoma más de una enfermedad mucho más grave cuyo origen está en la codicia y el desprecio del ser humano por el planeta que nos da cobijo. Quizá, el síntoma más grave es el cambio climático, cuyas consecuencias ya estamos notando y se irán incrementando exponencialmente si no hacemos nada por cambiarlo. Vivimos en un mundo interdependiente en el que somos una carta más de un castillo de naipes que se está desmoronando, si seguimos quitando cartas acabará colapsando. Hemos querido hacernos con el control de los recursos sin pensar el las consecuencias, hemos acabado con muchos ecosistemas, con buena parte de la biodiversidad, y todo ello en aras de una forma de vida que es insostenible en un planeta limitado.  La enfermedad la estamos provocando nosotros y los síntomas se extienden por todo el planeta.

Solo espero que este virus nos haga pensar, que nos haga darnos cuenta de que no estamos en la cúspide de la pirámide y que vivimos en un equilibrio natural que no podemos romper. Para las leyes de la naturaleza no somos ni más ni menos importantes que cualquier otro organismo. El planeta ha existido millones de años sin nosotros y podrá prescindir del ser humano durante otros tantos. En nuestra mano está empezar a cambiar nuestra manera de vivir en la Tierra, intentando mantener el equilibrio sin dejar a nadie atrás. Del ser humano como especie depende que este breve respiro que estamos dando al planeta sea el principio de una nueva manera de afrontar los retos que nos quedan por delante.